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Poniente, un lugar donde los veranos pueden durar años y los inviernos toda una vida. Un mundo frágil; donde la magia y fuerzas antiguas se revuelven en el mundo conocido y en las tierras del frío eterno Más allá del Muro. Se acerca el invierno y trae helados vientos de guerra.

La Era del Amanecer

No se sabe con certeza cuándo comenzó el mundo, pero eso no ha impedido que muchos maestres y eruditos busquen la respuesta. Algunos defienden que tiene cuarenta mil años de antigüedad, pero puede que tenga quinientos mil, o incluso más. No está escrito en ningún libro, ya que en la primera edad del mundo, la Era del Amanecer, los hombres no conocían la escritura. 

Lo que sí sabemos es que el mundo era mucho más primitivo y salvaje. Estaba poblado de tribus bárbaras que vivían de lo que obtenían de la tierra y no forjaban el metal ni domesticaban los animales. Lo poco que conocemos de esos tiempos se halla en los textos más antiguos que existen: crónicas escritas por los ándalos, los valyrios y los ghiscarios, y también por los lejanos pobladores de la legendaria Asshai. Sin embargo, por muy antiguas que sean esas razas ya cultas, ni siquiera habían nacido en la Era del Amanecer, así que la verdad de esos relatos es tan esquiva como el grano en la paja. 

¿Qué puede decirse con certeza sobre la Era del Amanecer? En las tierras orientales abundaban los pueblos; eran primitivos, como en el resto del mundo, y muy numerosos. Sin embargo, en Poniente, desde las Tierras del Eterno Invierno hasta las orillas del mar del Verano, solo existían dos: los hijos del bosque y la raza conocida como los gigantes.  

De los gigantes de la Era del Amanecer poco puede contarse, ya que nadie ha recopilado sus leyendas ni su historia. Los hombres de la Guardia explican que, según los salvajes, la convivencia entre los hijos del bosque y los gigantes no era del todo pacífica, pues estos, criaturas enormes y fuertes pero de corta inteligencia, campaban a sus anchas y cogían cuanto se les antojaba. Testimonios dignos de crédito de los exploradores de la Guardia de la Noche, que fueron los últimos hombres en ver gigantes, cuentan que no eran simplemente los hombres altísimos que aparecen en los cuentos de niños, sino que además estaban cubiertos de vello espeso. 

Existen numerosos restos de tumbas de gigantes, como se aduce en Pasajes de los muertos, un estudio sobre los túmulos y los cementerios del Norte escrito por el maestre Kennet mientras servía en Invernalia durante el largo reinado de Cregan Stark. Gracias a los huesos descubiertos en el Norte y enviados a la Ciudadela, sabemos que los gigantes podían alcanzar una altura de cinco varas, aunque otros dicen que cuatro se acerca más a la realidad. Los relatos de exploradores muertos hace mucho tiempo, anotados por los maestres de la Guardia, coinciden en que los gigantes no tejían ni construían casas y que no conocían más armas ni herramientas que las ramas que arrancaban de los árboles. 

Gigante montado en mamut
Los gigantes no tenían reyes ni señores; no vivían en casas, sino en cavernas o bajo árboles altos, ni tampoco forjaban metales ni cultivaban. Utilizan a los mamuts como monturas y probablemente como fuente de alimento. Las eras se sucedieron, el número de hombres aumentó y los bosques se redujeron, pero ellos continuaron siendo criaturas de la Era del Amanecer. Hoy en día, los gigantes han desaparecido incluso de las tierras que se extienden más allá del Muro; la última vez que se supo de ellos fue hace más de cien años, y no son crónicas fidedignas, sino las típicas historias que los exploradores de la Guardia cuentan alrededor de la hoguera. 

Los hijos del bosque eran en muchos sentidos lo opuesto a los gigantes. Menudos como niños, de tez oscura y muy hermosos, vivían de un modo que hoy calificaríamos de primitivo, aunque eran menos bárbaros que los gigantes. No labraban metales, pero tallaban obsidiana (ese material que el pueblo llano llama vidriagón y los valyrios designaban con una palabra que quería decir «fuego helado») para elaborar herramientas y armas de caza. No tejían, pero eran muy habilidosos en la confección de vestidos con hojas y cortezas. Fabricaban arcos con madera de arciano y montaban trampas arrojadizas con hojas de hierba, que tanto varones como hembras usaban para cazar. 

Se dice que su música y sus canciones eran tan hermosas como ellos, pero no queda más registro que algunos fragmentos conservados desde la antigüedad. Reyes del Invierno, o leyendas y linajes de los Stark de Invernalia, del maestre Childer, contiene parte de una balada que supuestamente narra la época en la que Brandon el Constructor pidió ayuda a los hijos del bosque para construir el Muro. Lo llevaron a un lugar secreto, y al principio no entendía su lengua, que describió como el tintineo de un arroyo al bañar las rocas, el susurro del viento entre las hojas o el rumor de la lluvia al caer en el agua. Brandon aprendió el lenguaje de los hijos del bosque; está recogido en una crónica que no es posible repetir aquí, pero sí diremos que su lengua se originó, o se inspiró, en los sonidos que oían a diario. 

Hijo del bosque
Los hijos del bosque adoraban a los mismos dioses anónimos que más tarde serían los de los primeros hombres: las innumerables deidades de los arroyos, los bosques y las piedras. Fueron los hijos quienes tallaron rostros en los arcianos, quizá para proporcionarles ojos a los dioses y que pudieran ver como los adoraban sus devotos. Hay quien afirma infundadamente que los verdevidentes, los hombres sabios de los hijos del bosque, eran capaces de ver a través de los ojos tallados de los arcianos. Les parece prueba suficiente que los primeros hombres también lo creyeran: el temor de que los espiaran los empujó a talar muchos bosques de arcianos tallados para cegar a los hijos del bosque. De todos modos, los primeros hombres no poseían nuestros conocimientos y creían en cosas en que sus descendientes ya no creemos. Tomemos como ejemplo la obra del maestre Yorrick Casada con el mar: historia de la ciudad de Puerto Blanco desde sus primeros días, en la que se habla de los sacrificios de sangre a los dioses antiguos. Según los predecesores del maestre Yorrick de Puerto Blanco, dichos sacrificios continuaron celebrándose hasta hace tan solo quinientos años. 

Esto no quiere decir que los verdevidentes no conocieran ciertas artes propias de los misterios superiores, ya perdidas, como ver acontecimientos que sucedían muy lejos o comunicarse de un extremo al otro del reino (al igual que hicieron más tarde los valyrios). Sin embargo, las supuestas hazañas de los verdevidentes tienen más de cuento ingenuo que de realidad. No podían cambiar de forma para convertirse en bestias, como algunos afirman, aunque eran capaces de entenderse con los animales de un modo que nosotros no podemos. De ahí procede su fama de cambiapieles o de hombres bestia. 

Corren muchas leyendas sobre los cambiapieles, aunque las más comunes, traídas desde el otro lado del Muro por los hombres de la Guardia de la Noche y recogidas hace siglos por los septones y los maestres del propio Muro, afirman que no solo se comunicaban con los animales, sino que también podían dominarlos entremezclando su espíritu con el de ellos. Los salvajes también temían a los cambiapieles, a los que consideraban seres antinaturales aliados con las fieras. Hay crónicas que hablan de cambiapieles que quedaron atrapados en las bestias; otras cuentan que los animales eran capaces de hablar como humanos cuando un cambiapieles los poseía. En lo que coinciden todas es en que los más comunes eran los que dominaban a lobos, y algunos hasta a lobos huargo, y así los llamaban los salvajes: wargs.

Las leyendas afirman, además, que los verdevidentes también podían sumergirse en el pasado y ver el futuro lejano, pero sabemos que quienes dicen poseer estos poderes también afirman que las visiones son confusas, a menudo engañosas, cosa que resulta muy útil cuando se quiere engatusar a los incautos. Por mucho que los hijos del bosque poseyeran artes propias, siempre hay que distinguir la verdad de la superstición y poner a prueba los conocimientos hasta obtener certezas. Los misterios superiores y las artes de la magia estaban y siguen estando más allá de nuestra capacidad mortal de análisis. 

Fueran cuales fueran sus artes, sabemos que los verdevidentes guiaban a los hijos del bosque, y no hay duda de que antaño habitaban desde las Tierras del Eterno Invierno hasta las orillas del mar del Verano. Erigían hogares sencillos, sin fortines, castillos ni ciudades; vivían en bosques, pantanos, lagos y marismas, incluso en cavernas y colinas huecas. Se cuenta que construían refugios con hojas y varas flexibles en las copas de los árboles, con lo que creaban auténticos pueblos secretos en los bosques. 

Se ha creído durante mucho tiempo que lo hacían para protegerse de depredadores como los huargos y los gatosombras, contra los que nada valían sus sencillas armas de piedra ni sus famosos verdevidentes. Sin embargo, otros afirman que sus mayores enemigos eran los gigantes, como indican algunas leyendas del Norte y como ha demostrado el maestre Kennet con el estudio de un túmulo cerca del lago Largo, en el que se encontraron puntas de flecha de obsidiana entre las costillas de un gigante. Estos hechos recuerdan una canción de los salvajes transcrita en la Historia de los Reyes-más-allá-del-Muro, del maestre Herryk, donde se habla de los hermanos Gendel y Gorne, a los que llamaron para mediar en una disputa por la posesión de una caverna entre un clan de hijos del bosque y una familia de gigantes. Cuentan que Gendel y Gorne, tras descubrir que la gruta formaba parte de una red de cuevas que pasaba bajo el Muro, zanjaron el asunto con un engaño que logró que ambas partes renunciaran a ella. Pero los salvajes no saben escribir, de modo que debemos dudar de la veracidad de sus relatos. 

Con el tiempo, a los gigantes y los animales del bosque se sumarían peligros mucho mayores.

La Edad de los Héroes

La Edad de los Héroes duró miles de años, a lo largo de los cuales aparecieron y desaparecieron rainos, se fundaron casas nobles que luego se extinguieron, y se llevaron a cabo grandes hazañas. Sin embargo, lo que realmente sabemos de esos antiguos tiempos es poco más de lo que sabemos de la Era del Amanecer. Las crónicas que tenemos ahora son producto del trabajo de septones y maestres que las escribieron miles de años después de sucederse los hechos, pero, a diferencia de los hijos del bosque y los gigantes, al menos en la Edad de los Héroes los primeros hombres dejaron ruinas y antiguos castillos que pueden corroborar parte de dichas leyendas, y en los campos de túmulos y en otras partes se erigen monumentos de piedra marcados con runas. Gracias a estos restos sabemos qué parte de verdad hay oculta en los relatos. 

Lo que es comúnmente aceptado de la Edad de los Héroes es que comenzó con el Pacto y se extendió miles de años, durante los cuales los Primeros Hombres y los hijos del bosque convivieron en paz. Con tanta tierra a su disposición, los Primeros Hombres por fin tuvieron espacio para expandirse. Desde las Tierras del Eterno Invierno hasta las costas del Mar del Verano, los Primeros Hombres gobernaron desde sus fuertes circulares. Abundaron los reyes menores y los señores poderosos, pero con el tiempo algunos demostraron ser más fuertes que los demás y forjaron los cimientos de lo que más tarde se convertiría en los Siete Reinos que conocemos hoy en día. Los nombres de los reyes de esos primeros reinos están envueltos en leyendas, y los crónicas que afirman que que cada uno gobernó durante cientos de años deben considerarse errores y fantasías introducidos con posterioridad. 

Ruinas de un fuerte circular de los primeros hombres by Jordi González Escamilla©

Nombres tales como Brandon el Constructor, Garth Manoverde, Lann el Astuto y Durran Pesardedioses son figuras destacadas de esta era, pero es probable que sus leyendas contengan más fantasía que hechos.

Además de los legendarios reyes y de los cientos de reinos de los que nacieron los Siete Reinos, historias como las de Symeon Ojos de Estrella, Serwyn del Escudo Espejo y otros héroes han servido de inspiración a bardos y septones. ¿Existieron de verdad esos héroes? Es posible, pero cuando los bardos incluyen a Serwyn del Escudo Espejo entre los miembros de la Guardia Real -institución que fue formada durante el reinado de Aegon el Conquistador- podemos ver que los relatos no son dignos de fe. Los primeros septones que escribieron sobre los hechos anotaron los detalles que les convenían y añadieron otros, y luego los bardos, en su perpetuo anhelo de que un señor les diera cobijo, los transformaban, a veces hasta dejarlos irreconocibles. De tal manera, uno de los Primeros Hombres puede convertirse en un caballero devoto de los Siete y proteger a los reyes Targaryen miles de años despues de morir (si es que llegó a vivir de verdad). Por culpa de estos cuentos estupidos, incontables niños y jovenes desconocen la verdadera historia de Poniente.

Cuando hablamos de estos legendarios fundadores de los reinos, nos referimos a dominios generalmente establecidos en un gran asentamiento elevado, como Roca Casterly o Invernalia, que con el tiempo fueron haciéndose con más tierras y poder. Si Garth Manoverde alguna vez gobernó sobre lo que él afirmaba era el reino del Dominio, es probable que su poder no se extendiera más allá de dos semanas a caballo desde los salones de su castillo. No obstante, desde estos pequeños dominios surgieron los más poderosos reinos que llegarían a dominar Poniente en los milenios siguientes.

La llegada de los Primeros Hombres

Según los informes más creibles de la Ciudadela, hace entre ocho mil a doce mil años, en los confines meridionales de Poniente, un nuevo pueblo cruzó la franja de tierra que unía el Mar Angosto y conectaba las tierras orientales con la región de  los gigantes y los hijos del bosque. Los Primeros Hombres llegaron a Dorne a través del Brazo Roto, que en ese entonces aún no estaba roto. No se sabe el motivo por el que dejaron su tierra natal, pero cuando llegaron lo hicieron en masa. Miles entraron y comenzaron a establecerse en estas tierras, y con el paso de las décadas, se fueron estableciendo cada vez más hacia el norte. Los relatos que tenemos de aquellos días de migración no son del todo fidelignos, porque sugieren que, en escasos años, los primeros hombres lograron moverse más allá del Cuello e incluso llegar al Norte. No obstante, semejante desplazamiento llevaría décadas, o incluso siglos. 

En lo que sí coinciden todas estas historias es que los Primeros Hombres pronto entraron en conflicto con los hijos del bosque. A diferencia de ellos, los Primeros Hombres cultivaban la tierra y levantaban grandes fortalezas y aldeas; para ello talaron los arcianos, incluyendo aquellos con rostros tallados. Por eso los atacaron los hijos del bosque, con lo que dieron cominezo a una guerra que duraría siglos. Los Primeros Hombres -que habían traído consigo otros dioses, caballos, ganado y armas de bronce- eran también más grandes y fuertes que los hijos, por lo que representaban una amenaza mayot. 

Los hijos llamados danzarines de los bosques, hasta entonces cazadores, se convirtieron también en guerreros, pero pese a todas sus artes secretas apenas pudieron frenar el avance de los Primeros Hombres. Los verdevidentes invocaron a las bestias de los pantanos, los bosques y los cielos para que lucharan de su lado: huargos y monstruosos osos de las nieves, leones de las cavernas y águilas, mamuts, serpientes y muchos más. Pero los Primeros Hombres resultaron demasiado poderosos y los hijos del bosque se vieron forzados a tomar una acción desesperada. 

Arciano tallado by Arthur Bozonnet©

Cuenta la leyenda que las grandes inundaciones que destruyeron la franja de tierra que ahora es el Brazo Roto y convirtieron el Cuello en una marisma fueron obra de los verdevidentes, que se reunieron en Foso Cailin para llevar a cabo su magia oscura. Sin embargo, hay quienes dudan de esta teoria: a fin y a cuentas, los Primeros Hombres ya estaban en Poniente por aquel entonces y contener la invasion por el este apenas habria entorpecido su avance. Además, tales poderes estaban más allá de lo que se decía que los verdevivientes eran capaces de hacer. Es más probable que las inundaciones del Cuello y la ruptura del Brazo fueran accidentes naturales, posiblemente causados por un hundimiento de tierra. Es bien sabido lo que ocurrió en Valyria y en el castillo de Pyke, en las Islas del Hierro, asentado sobre pilares de piedra que fueron en alguna ocasión parte de una isla más grande, antes de que una parte se hundiera en el mar. 

En cualquier caso, los hijos del bosque lucharon tan ferozmente como los Primeros Hombres para defender sus vidas. La guerra los castigó durante generaciones, hasta que los hijos por fin entendieron que no podrían vencer. Los Primeros Hombres, quizás cansados de la guerra, también querían ponerle fin al conflicto. Los más sabios de ambas razas se hicieron oír, y los jefes, héroes y gobernantes de ambos bandos se reunieron en la isla del Ojo de Dioses para llevar a cabo sellar el Pacto. Los hijos del bosque renunciaron a todas las tierras de Poniente salvo a los densos bosques; a cambio, los primeros hombres prometieron dejar de talar sus arcianos. Los hijos tallaron rostros en todos los arcianos de la isla en la que se forjó el Pacto para que los dioses fueran testigos del acuerdo, y más adelante se formó la orden de los hombres verdes para cuidar de los arcianos y proteger la isla. 

Con el pacto, la Era del Amanecer llegó a su fin y dio comienzo a la Edad de los Héroes. 

No está claro de si los hombres verdes todavía viven aún en la isla, aunque aparecen relatos ocasionales de algún joven y osado señor de los Ríos, que se acerca en bote a la isla y consigue verlos antes de que una rafaga de viento, o una bandada de cuervos lo aleje. Los cuentos los describen con cuernos, de piel oscura y verde, aunque lo más probable es que los hombres verdes vistieran ropajes de color verdes y llevaran tocados astados.

Los hijos del bosque y los Primeros Hombres forjando el Pacto by Magali Villeneuve©

La Larga Noche

Tras el Pacto, los primeros hombres forjaron sus reinos preocupados solamente por lidiar con sus enemistades y sus guerras, o eso cuentan las historias. Esas mismas historias hablan de la Larga Noche, un invierno que duró una generación en la que nacieron niños, crecíeron hasta llegar a la adultez, y en muchos casos, murieron sin llegar a ver la primavera. De hecho, algunos de los cuentos más antiguos dicen que nunca llegaron a ver la luz del día, así de terrible fue el invierno que cayó sobre el mundo. No es más que una suposición, pero parece cierto que hace miles de años se produjo un tipo de cataclismo. Lomas Pasolargo, en sus “Maravillas creadas por el Hombre”, relata que conoció descendientes de los rhoynar en las ruinas de Chroyane, la Ciudad Festiva, quienes le contaron historias sobre una profunda oscuridad que hizo que el Rhoyne se mermara y despareciera: sus aguas se congelaron hasta la confluencia del Selhoru, más al sur. Según estos relatos el sol tan sólo regresó cuando un héroe convenció a los muchos hijos de la madre Rhoyne (dioses menores como el Rey Cangrejo y el Viejo Hombre del Rio) de que dejaran de lado sus disputas y se unieran para entonar un canto secreto que traería de vuelta el día.

También está escrito que existen anales en Asshai sobre tal oscuridad, y sobre un héroe que la combatió usando una espada roja. Se dice que sus hazañas tuvieron lugar antes del auge de Valyria, en la temprana época cuando el Viejo Ghis forjaba su imperio. Esta leyenda se ha extendido al oeste de Asshai, y los creyentes de R’hllor afirman que este héroe se llamaba Azor Ahai, y profetizan su regreso. En el “Compendio del Jade”, Colloquo Votar relata una curiosa leyenda de Yi Ti, la cual establece que el sol ocultó su rostro del mundo durante una generación, apenado por algo que nadie pudo descubrir, y que ese desastre seevitó gracias a las hazañas de una mujer con cola de mono.

A pesar de que durante mucho tiempo la Ciudadela ha buscado aprender la manera de predecir la duración y el cambio de las estaciones, todos sus esfuerzos han resultado en vano. El septon Barth parece argumentar, en un tratado fragmentario, que la inconstancia de las estaciones tenía más que ver con las artes mágicas que con el conocimiento. “La Medición de los Días” del maestre Nicol, parece influenciado por este argumento. Basado en su estudio sobre el movimiento de las estrellas en el firmamento, Nicol sostiene de forma muy convincente que las estaciones podrían haber tenido, en el pasado, una duración regular, determinada únicamente por la forma en la cual el mundo se posiciona respecto al sol en su curso celestial. La idea que subyace a este planteamiento parece bastante lógica, esto es, que un patrón más constante en el alargamiento y acortamiento de los días habría supuesto estaciones más regulares. Por desgracia, no logró encontrar más pruebas de ello que las leyendas más antiguas.

Los Otros montando en arañas de hielo y
caballos muertos by Marc Simonetti©
En un invierno tal letal como el que cuentan las historias, la penuria debió ser atroz. Durante los inviernos más duros es costumbre entre los norteños que los ancianos y los enfermos digan que van a salir de caza, sabiendo muy bien que nunca regresaran, pero dejando así un poco más de comida para aquellos con más probabilidades de sobrevivir. Sin duda esta práctica fue común durante la Larga Noche.

Sin embargo existen otros cuentos, más difíciles de creer, pero más relevantes para las antiguas historias, sobre criaturas conocidas como los Otros. Según los relatos, procedían de las congeladas Tierras del Eterno Invierno, y llebavan consigo el frío y la oscuridad para tratar de extinguir toda luz y calor. Las leyendas cuentan que montaban a lomos de monstruosas arañas de hielo y de los caballos de los muertos, resucitados para servirles, igual que resucitaban a los hombres muertos para que lucharan junto a ellos.


El cómo llegó a su fin la Larga Noche es mera leyenda, como tantas otras cuestiones del pasado lejano. En el Norte hablan de un último héroe que buscó la ayuda de los hijos del bosque. Sus compañeros lo abandonaron o murieron uno tras otro mientras se enfrentaban a gigantes hambrientos, a siervos del frío e incluso a los mismos Otros. Al final sólo él llegó hasta los hijos, a pesar de que los caminantes blancos hicieron lo posible para impedírselo, y todos los relatos coinciden en que este momento fue decisivo.

Gracias a los hijos, los primeros hombres de la Guardia de la Noche se unieron para librar, y ganar, la Batalla por el Amanecer: la última batalla que acabó con el interminable invierno y obligó a los Otros a huir al norte helado. Hoy en día, seis mil años después (u ocho mil como afrima la “Historia Verdadera”), el Muro, construido para defender los reinos de los hombres, contunúa protegido por los hermanos juramentados de la Guardia de la Noche, y no queda rastro de los Otros ni de los hijos del bosque desde hace siglos.

La obra "Mentiras de los Antiguos” del Archimaestre Fomas, poco creible por sus afirmaciones erróneas sobre la fundación de Valyria y de ciertos linajes del Dominio y las Tierras de Occidente, considera la prosibilidad que los Otros no fueron más que una tribu de Primeros Hombres, ancestros de los salvajes, que se habían establecido en el lejano norte. La Larga Noche obligó a esos primeros salvajes a dirigirse hacia el sur. Según Fomas, no se conviertieron en seres monstruosos hasta relatos posteriores, lo que refleja el deseo de la Guardia de la Noche y los Stark de ganarse una imagen más heroica como salvadores de la humanidad, y no solo como vencedores de una lucha sobre el dominio de sus tierras.

El Auge de Valyria

Mientras Poniente se recuperaba de la Larga Noche, un nuevo poder crecía en Essos. Parece que en ese vasto continente, que se extiende desde el Mar Angosto hasta el legendario Mar de Jade y el lejano Ulthos, fue donde se desarrollaron las primeras civilizaciones. La primera de estas, sin considerar las dudosas afirmaciones de Qarth, las leyendas de Yi Ti del Gran Imperio del Amanecer, y las dificultades para buscar algo de cierto en los relatos de la legendaria Asshai, tenía sus raíces en el Antiguo Ghis: una ciudad construida sobre la esclavitud. El legendario fundador de la ciudad, Grazdan el Grande, continua venerandose hasta el punto de que las familias esclavistas siguen llevando su nombre. Grazdan fue quien, según las más viejas historias de los Ghiscaris, fundó las nuevas legiones, con sus altos escudos y sus tres lanzas, las primeras en luchar como cuerpos disciplinados. El Antiguo Ghis y su ejército se expandieron primero por sus alrededores y más tarde subyugaron a sus vecinos. Así nació el primer imperio, que durante varios siglos reinó sin rival.

Fue en la gran península que se extiende al otro lado de la Bahía de los Esclavos donde nacieron lo que acabarían con el imperio del Antiguo Ghis, anque no con todas sus costumbres. Allí, protegidos entre las montañas volcánicas conocidas como las Catorce Llamas, vivían los Valyrios, que aprendieron a domar dragones y los convertieron en el arma más temibles jamás conocida. Las leyendas valyrias cuentan que descendían de los dragones y que estaban emparentados con ellos. 

En ciertos fragmentos de “Historia Antinatural” de Barth, el septon estudió varias leyendas sobre los orígenes de los dragones y como los valyrios llegaron a domarlos. Estos afirman que los dragones nacieron de las Catorce Llamas, mientras que los relatos de Qarth manifiestan otra historia: hace tiempo existió una segunda luna en el cielo, y un buen día el sol la abrasó; se rompió como un huevo, y un millón de dragones nacieron de ella. Las leyendas de Asshai son muchas y confusas, pero algunos textos —todos muy antiguos— aseguran que los dragones llegaron desde la Sombra, un lugar del que no tenemos conocimiento alguno, y que un pueblo tan antiguo que ni siquiera tenía nombre domó a los dragones en la Sombra y los llevó a Valyria, donde enseñó sus artes a los Valyrios antes de desaparecer de la historia. 

Sin embargo, si estos hombres de la Sombra fueron los primeros en domar a los dragones, ¿por qué no conquistaron el mundo? La historia de los valyrios es más verosimil. Por otra parte, mucho antes de que llegaran los Targaryen hubía dragones en Poniente, como narran nuestras propias leyendas e historias. Si los dragones surgieron de las Catorce Llamas, debieron extenderse por gran parte del mundo conocido antes de que fueran domados. Y, en efecto, existen evidencias de esto, ya que se han encontrado huesos de dragones desde muy al norte, en Ib, hasta en las junglas de Sothoryos. Pero lo cierto es que nadie fue capaz de dominarlos y someterlos como los valyrios. 

Sobradamente es conocida la gran belleza de los valyrios. Ningún otro pueblo en el mundo tiene el cabello más claro que el oro y la plata y los ojos púrpura, lo que respalda la teoría de que los valyrios no llevan la misma sangre que el resto de los hombres. Aunque, hay maestres que señalan que mediante la reproducción selectiva de animales, uno puede hacer resaltar una característica concreta y que las poblaciones aisaladas con frecuencia pueden mostrar notables variaciones. Quizás esta respuesta sea más plausible al misterio de los orígenes del pueblo valyrio, aunque esto no explica la obvia afinidad que poseen con los dragones.

Los valyrios no obedecían a reyes, sino que se hacían llamar el Feudo Franco, pues todos los ciudadanos que poseían tierras tenían voz. Se elegían arcontes para ayudar con el gobierno, pero eran elegidos por los señores del Feudo y por un periodo de tiempo limitado. Pese a que ocurrió en alguna ocasión, no era frecuente que Valyria fuera gobernada por una sola familia del Feudo. 

Las cinco grandes guerras entabladas cuando el mundo era joven entre el Feudo Franco y el Antiguo Ghis, enfrentamientos que siempre terminaron con la victoria del pueblo valyrio, son ya leyenda. Durante la quinta y última guerra, el Feudo Franco decidió asegurase de que no existiera una sexta guerra, así que destruyó los antiguos muros adoquinados del Antiguo Ghis, levantados en tiempos ancestrales por Grazdan el Grande. 

El aliento de dragón arrasó las colosales pirámides, los templos y los hogares. Los campos quedaron sembrados de sal, cal y cráneos. Muchos ghiscarios fueron asesinados, y muchos otros fueron esclavizados y perecieron trabajando para sus conquistadores. De ese modo, los ghiscarios pasaron a formar parte del nuevo imperio Valyrio, y con el tiempo, olvidaron la lengua que hablaba Grazdan, y aprendieron alto valyrio. Así es como unos imperios caen y otros se alzan. 

La caída del Antiguo Ghis by Marc Simonetti©.

Poco queda de lo que alguna vez fue el orgulloso imperio del Antiguo Ghis: unas cuantas ciudades que se aferran como pústulas a la Bahía de los Esclavos y otra que pretende ser el Antiguo Ghis renacido. Cuando la Maldición cayó sobre Valyria, las ciudades de la Bahía de los Esclavos fueron capaces de liberarse de sus cadenas y regir su propio destino. Los ghiscarios restantes rápidamente restablecieron su comercio de esclavos, pero, en lugar de conseguirlos en guerras y conquestas como antes, tenian que comprarlos y criarlos. 

“Con adoquines y sangre se construyó Astapor, y con adoquines y sangre, su gente”, reza un antiguo dicho, refiriéndose a los muros rojos adoquinados de la ciudad y a la sangre derramada por los miles de esclavos que vivieron, trabajaron y murieron construyéndolos. Gobernada por hombres que se hacen llamar los Bondadosos Amos, Astapor debe su fama a la creación de un cuerpo de soldados esclavos llamados los Inmaculados, enucos criados desde la niñez para convertirse en feroces guerreros incapaces de sentir dolor. Los astaporíes afirman que son como las nuevas legiones del Antiguo Imperio renacidas, pero aquellos hombres eran libres, y los Inmaculados no lo son. 

De Yunkai, la Ciudad Amarilla, solo es conocida su pésima reputación. Los hombres que la gobiernan se llaman a sí mismos los Sabios Amos, y viven de la corrupción, vendiendo esclavos de cama y niños para la prostitución, o cosas peores. 

La más formidable de las ciudades de la Bahía de los Esclavos es la antigua Meereen, pero a diferencia del resto, es un lugar en ruinas, su población es una fracción de lo que alguna vez albergó el Antiguo Imperio en sus tiempos de gloria. Sus murallas de adoquines multicolores encierran sufrimiento sin fin, ya que los Grandes Amos de Meereen entrenan esclavos para que peleen y mueran en las sangrientas arenas de combate como entretenimiento. 

Las tres ciudades ghiscarias Meereen, Yunkai y Astapor pagan tributos a los khalasars que pasan por sus tierras en vez de enfrentarse a ellos, pues los dothrakis les proporcionan muchos de los esclavos que entrenan y con los que comercian; los capturan en sus conquistas y son vendidos en los mercados de carne.

La ciudadad ghiscaria más importante es también la más pequeña y la más joven, aunque no le faltan aspiraciones de grandeza: Nuevo Ghis, legada en su isla y en sus propias costumbres. Allí, sus señoras han formado legiones de hierro a semejanza de las del Antiguo Imperio, formadas por hombres libres, al igual que aquellas y a diferencia de los Inmaculados.

Los Hijos de Valyria

Los valyrios heredaron de Ghis un rasgo deplorable: la esclavitud. Los ghiscari fueron sus primeros esclavos, pero no los últimos. Las montañas ardientes de las Catorce Llamas eran ricas en minerales, codiciados por los valyrios: cobre y estaño, para el bronce de sus armas y monumentos; hierro, para el acero de sus legendarias espadas; y oro y plata, para pagarlo todo. 

Nadie puede decir cuántos ghiscarios perecieron trabajando en las minas valyrias, pero el número es tan grande que desafía la comprensión. A medida que Valyria crecía, aumentaba su necesidad de minerales, lo que los llevó a emprender más conquistas para abastecer de esclavos sus minas. Los valyrios se expandieron en todas las direcciones; hacia el este, más allá de las ciudades ghiscarias, y al oeste, hasta los confines de Essos, donde ni siquiera los ghiscarios se habían adentrado.

Esta primera irrupción fue de suma importancia para Poniente y para el futuro de los Siete Reinos. Mientras Valyria avanzaba en su conquista, muchos pueblos se retiraban y huian para ponerse a salvo. En las costas de Essos, los valyrios levantaron varias ciudades; hoy en día las conocemos como Ciudades Libres pero sus orígenes fueron muy diversos.

Qohor y Norvos surgieron a raiz de sendos cismas religiosos. Otras, como la antigua Volantis y Lys, fueron colonias mercantes fundadas por mercaderes adinerados y nobles que compraron el derecho a gobernarse a sí mismos y se establecieron como clientes del Feudo Franco y no como súbditos. Elegían a sus propios líderes en vez de aceptar a los arcontes que Valyria enviaba, a lomos de dragones, para supervisarlos. Algunas historias afirman que Pentos y Lorath surgieron de un tercer modo: ya existían antes de que los valyrios llegaran, y sus gobernantes pagaban tributos a Valyria a cambio de conservar sus leyes. A estas ciudades la sangre Valyria llegó con los immigrantes del Feudo Franco o a través de matrimonios políticos pactados para consolidad los vínculos entre estas ciudades y Valyria. Sin embargo, la mayoría de estas historias utilizan como fuente la obra “Antes de los Dragones” de Gessio Haratis. Haratis era de Pentos, y en ese tiempo, Volantis amenazaba con restaurar el imperio Valyrio, por lo que la idea de una Pentos independiente de Valyria era lo más conveniente desde un punto de vista político. 

Todo el mundo conoce las propiedades del acero valyrio, resultante de plegar el hierro varias veces para equilibrarlo y eliminar las impurezas, y del uso de hechizos —o, al menos, artes que nosotros no conocemos— para darle una fuerza y resistencia supernatural. Esas técnicas se han perdido, aunque los herreros de Qohor afirman conocer los hechizos para reforjar el acero valyrio sin que pierda su fuerza y manteniendo el filo. Las espadas de acero valyrio que quedan en el mundo pueden contarse por miles, pero en los Siete Reinos tan solo quedan doscientas veintisiete, según los “Inventarios” del archimaestre Thurgood, algunas de las cuales se han perdido o han desaparecido de los anales de la historia.
Braavos era la única entre todas las ciudades libres que no fue fundada por voluntad del Feudo Franco, ni por sus ciudadanos, sino por sus esclavos. Según cuentan los bravoosi, una gran flota valyria que había estado recogiendo tributos en forma de carne humana en las tierras del mar del Verano y del mar de Jade, fue víctima de un motín de los esclavos que transportaba; la revuelta tuvo éxito porque los remeros y marineros valyrios a bordo eran también esclavos y se unieron a ellos. Tomaron el control de la flota pero a ver que no había ningún lugar cercano donde esconderse del Feudo Franco, decidieron buscar una tierra alejada de Valyria y sus súbditos, y fundar su propia ciudad en un lugar que nadie conociera. Según las leyendas, las cantoras lunares profetizaron que la flota debía viajar con rumbo norte, a un rincón desolado de Essos, una zona de marismas, aguas salobres y neblinas. Allí, los esclavos empezaron a sentar las bases de su ciudad.
Durante siglos, los braavosi permanecieron ocultos del mundo en aquella albufera remota e, incluso después de que se descubriera su existencia, Braavos siguió siendo conocida como la Ciudad Secreta. Los bravoosi eran un pueblo sin identidad, con decenas de razas, cientos de lenguas y mil dioses. Lo único que tenían en común era el valyrio —la lengua comercial de Essos— y el haberse liberado de la esclavitud. Las cantoras lunares fueron honradas por haberlos guiado hasta su ciudad, pero los más sabios entre los esclavos libres determinaron que, para mantenerse unidos, deberían aceptar todos los dioses que los esclavos habían traído consigo, sin que ninguno fuese superior a otro.
Los nombres y el número de pueblos que cayeron ante Valyria son casi todos desconocidos.Si los Valyrios llevaban registros de sus conquistas fueron completamente destruidos durante la Maldición, y si alguno de esos pueblos dejo constancia de su historia, no sobrevivió al dominio del Feudo Franco.

Algunos pocos, como los rhoynar, resistieron durante siglos, incluso milenios. Se dice que los rhoynar fundaron grandes ciudades a lo largo del Rhoyne y que fueron los primeros en aprender a trabajar el hierro. Además, la confederación de ciudades posteriormente conocida como el Reino de Sarnor sobrevivió la expansión valyria gracias a la gran llanura que separaba sus urbes; sin embargo esa llanura y la gente que la ocupaba —los dothraki o señores de los caballos— fueron la cauda de la caída de Sarnor después de la Maldición.

Aquellos que no querían ser esclavos, pero eran incapaces de resistir el poder de Valyria, huyeron. Muchos fracasaron y fueron olvidados, pero un pueblo de hombres altos de cabello rubio, valientes e indomables gracias a su fe, consiguió escapar de Valyria. Aquellos hombres fueron: los Ándalos.

A lo largo de los siglos se han escrito innumerables libros sobre la historia de Valyria. Los detalles de sus conquistas, sus colonizaciones, los feudos de los Señores Dragón, los dioses que adoraban, y muchos relatos más que podrían llenar bibliotecas aun estando incompletos. “Los fuegos del Feudo Franco” de Galendro es considerada la obra más completa de Valyria conservada en Ciudadela, incluso faltándole veintisiete pergaminos.

La Llegada de los Ándalos

Los ándalos procedían de las tierras del Hacha, un gran espolón de tierra rodeado por el Mar de los Escalofríos, al noreste de donde ahora se encuentra Pentos, y durante muchos siglos fueron un pueblo nómada. Partieron desde el corazón de la península hacia suroeste y forjaron Andalia, el antiguo reino donde vivieron antes de cruzar el Mar Angosto.

Andalia se extendía desde el Hacha hasta lo que hoy es la Costa de Braavos y, desde el sur, hasta las Llanuras y las colinas de Terciopelo. Los ándalos llevaban armas y armaduras de de hierro, lo que les daba superioridad contra las tribus que habitaban las tierras próximas. Una de estas tribus era la de los hombres peludos; su nombre ha sido olvidado, pero aún se recuerdan en ciertas historias de los pentoshi, quienes creían que estaban emparentados con los hombres de Ib (hecho que coincide en parte con documetos olvidados de la Ciudadela, aunque algunos argumentan que los hombres peludos fueron quienes fundaron Ib, y otros que procedian de allí).

Hay quien considera que los ándalos eran capaces de forjar el hierro porque los Siete los guiaban — que el propio Herrero les enseño ese arte— y así se recoge en los textos sagrados. Sin embargo los rhoynar ya eran una civilización avanzada en ese entonces, y ellos también sabían trabajar el hierro, sólo hace falta observar un mapa para darse cuenta que los primeros ándalos debieron tener contacto con ellos. El Torrentenegro y el Noyne se encontraban en mitad de la ruta migratoria de los ándalos, y según el historiador norvoshi Doro Golanthis, aún existen restos de asentamientos de los rhoynar en Andalia. Y no sería el primer pueblo en aprender a trabajar el hierro como los rhoynar; ya que se dice que los valyrios también aprendieron de ellos, superándolos en destreza.

Durante miles de años los ándalos vivieron en Andalia, haciéndose cada vez más numerosos. En el más antiguo de los libros sagrados, “La Estrella de Siete Puntas”, se dice que los Siete caminaron entre sus gentes, coronaron a Hugo de la Colina y le prometieron a él y a sus descendientes gobernar grandes reinos en una tierra lejana. Esto es lo que los septones y septas enseñan como causa por la que los ándalos dejaron Essos y marcharon rumbo al oeste, a Poniente, pero los estudios llevados a cabo en la Ciudadela a lo largo de los siglos apuntan a un motivo más pausible.

Durante varios siglos, los ándalos prosperaron en las colinas de Andalia casi sin injerencias exteriores. Pero con la caída del Antigio Ghis llegó la gran oleada de conquistas y colonización del Feudo Franco de Valyria para expandir sus dominios y buscar más esclavos. Al comienzo, el Rhoyne y los rhoynar actuaron como muro de contención. Para cuando los valyrios llegaron al gran río, descubrieron que sería difícil atravesarlo. Para los señores dragón no suponia ningún problema, pero para los ejercitos y la caballería era imposible, teniendo en cuenta que los rhoynar eran tan poderosos como lo había sido Ghis en su apogeo. Se acordó una una tregua de varios años entre los valyrios y los rhoynar, pero eso sólo protegió a los ándalos durante un tiempo.

Una vieja leyenda de Pentos afirma que los ándalos asesinaron a las doncellas cisne que atraían a los viajeros a su muerte en las colinas de Terciopelo, al este de la Ciudad Libre. Un héroe al que los pentoshi llaman Hukko comandaba a los ándalos en aquella época, y se cuenta que asesinó a las siete doncellas no por los crímenes que cometieron, sino como sacrificio a los dioses. Algunos maestres señalan que Hukko podría ser una deformación del nombre de Hugor, pero, si las antiguas leyendas de los Siete Reinos no son muy fiable, menos son las del este. Demasiados pueblos han viajado de un lado a otro, y muchas leyendas se han entremezclado.

Los ándalos cruzaron el Mar Angosto hacia Poniente.

En la desembocadura del Rhoyne, los valyrios fundaron su primera colonia. Volantis fue erigida por los hombres más ricos del Feudo Franco atraidos por la riqueza de las mercancias que bajaban desde el Rhoyne. Por allí atravesaron el río las poderosas tropas para su conquista. Al inicio, los ándalos ofrecieron resistencia, e oncluso puede que los rhoynar los ayudaran, pero el enemigo era demasiado fuerte, y es probable que los ándalos decidieran huir en vez de enfrentarse a la inevitable esclavitud que seguiría con la llegaba a la conquista valyria. Se replegaron hasta el Hacha, las tierras de donde procedían, pero tampoco allí se vieron a salvo, así que se retiraron cada vez más hacia el noroeste hasta llegar al mar. Es posible que algunos abandonaran allí toda esperanza y se rindieran a su destino y otros plantaran cara en un último esfuerzo por resistirse, pero la mayoría construyó barcos y cruzó el Mar Angosto hacia Poniente, las tierras de los Primeros Hombres.

En Essos, la presencia valyria hacía imposible que los ándalos llevaran a cabo la promesa que les abían hecho los Siete, pero en Poniente eran libres para convertirla en realidad. Enfervorecidos por la guerra y la huida, los guerreros ándalos segrabaron la estrella de siete puntas en el cuerpo y juraron por su sangre y por los Siete no descansar hasta haber forjado sus reinos en las Tierras del Ocaso. Su éxito dio un nuevo nombre al continente: Rhaesh Andahli, Tierra de los Ándalos, como ahora la llaman los dothrakis.

Los septones, los bardos y los maestres coinciden que el primer lugar donde los ándalos desembarcaron fue en los Dedos, en el Valle de Arryn. Tallas de la estrella de siete puntas se encuentran dispersas en las rocas y piedras de la zona, costumbre que con el tiempo cayó en desuso a medida que avanzaban en su conquista.

Los ándalos cruzaron el Valle a sangre y fuego y emprendieron así la conquista de Poniente. Las armas y armaduras de hierro sobrepasaban las de bronce que los Primeros Hombres utilizaban para luchar, y muchos perecieron en batalla. La guerra se extendió durante varias décadas. Al final, algunos de los Primeros Hombres se rindieron, y es por esto que aún existen casas en el Valle que proclaman con orgullo su descendencia de los Primeros Hombres, como los Redfort y los Royce.

Los bardos cuentan que un héroe ándalo, Ser Artys Arryn, montó a lomos de un halcón para asesinar al Rey Grifo en la Lanza del Gigante y después fundó el linaje real de la casa Arryn. Otra de muchas historias sin sentido que mezcla la verdadera historia de los Arryn con leyendas de la Edad de los Héroes. En realidad, los Arryn suplantaron a los altos reyes de la casa Royce.

Una vez consolidado el Valle, los ándalos volvieron su atención al resto de Poniente y marcharon desde la Puerta de Sangre. En las guerras posteriores, los aventureros ándalos forjaron pequeños reinos a partir de los viejos dominios de los Primeros Hombres, siempre luchando tanto entre sí como contra sus enemigos.

Los clanes de las Montañas de la Luna descienden de los Primeros Hombres que, por no arrodillarse ante los ándalos, fueron expulsados a las montañas. Hay similitudes entre sus costumbres y las costumbres de los salvajes de más allá del Muro, como, por ejemplo, el rapto de la novia y su obstinado deseo de gobernarse a sí mismos, y se sabe que los salvajes también descienden de los Primeros Hombres.

Ándalos en el Valle, con las Montañas de la Luna al fondo by Arthur Bozonnet©

Se dice que, en las guerras del Tridente, hasta siete reyes ándalos unieron fuerzas contra el último rey de los Ríos y las Colinas, Tristifer IV, descendiente de los Primeros Hombres, y cantan los bardos que lo derrotaron en su centésima batalla. Su heredero, Tristifer V, demostró ser incapaz de defender el legado de su padre, y así fue como su reino cayó ante los ándalos.

Fue en esta misma época cuando un ándalo que las leyendas recuerdan como Erreg el Matasangre llegó a la gran colina de Alto Corazón, donde los hijos del bosque, bajo la protección de los reyes de los Primeros Hombres, seguian cuidando de los enormes arcianos tallados que coronaban la colina (treinta y uno, según deja constancia el archimaestre Laurent en su manuscrito “Antiguos Lugares del Tridente”). Cuando los guerreros de Erreg intentaron talar los árboles, los Primeros Hombres pelearon junto a los hijos, pero, pese a luchar con valor para defender sus sagrados árboles, el poder de los ándalos fue mucho mayor y todos fueron asesinados. Los bardos afirman que los fantasmas de los hijos aún merodean la colina por las noches e incluso hoy en día, los ribereños evitan ese lugar.

La masacre de los hijos del bosque a manos del guerrero
ándalo, Erreg el Matasangre by Arthur Bozonnet©
Al igual que los Primeros Hombres, los ándalos demostraron ser enemigos acérrimos de los hijos de los bosques restantes. A sus ojos, los hijos adoraban a dioses desconocidos y tenían extrañas costumbres, por lo que los ándalos los expulsaron de todos los espesos bosques que el Pacto les habían concedido. Debilitados y aislados con el paso de los años, los hijos carecían de cualquier ventaja que antaño pudieran haber tenido sobre los Primeros Hombres y, lo que los Primeros Hombres nunca pudieron lograr, los ándalos lo lograron en muy poco tiempo. Puede que algunos pocos hijos huyeran al Cuello, donde estarían a salvo entre pantanos y ciénagas, pero si lo hicieron, no quedó ningún rastro de ellos. Es posible que unos pocos sobrevivieran en la Isla de los Rostros, como algunos han escrito, bajo la protección de los hombres verdes, a quienes los ándalos jamás consiguieron expulsar, pero tampoco se han encontrado pruebas de ello.

Lo ciero es que los pocos hijos del bosque que quedaron escaparon o perecieron y que los Primeros Hombres perdieron una guerra tras otra, un reino tras otro, ante los invasores ándalos. Las batallas y guerras fueron interminables y todos los reinos del sur cayeron. Al igual que los hombres del Valle, algunos se sometieron ante los ándalos, incluso se convirtieron a fe de los Siete. En muchos casos, los ándalos tomaron como esposas a las mujeres y hijas de los reyes derrotados a modo de consolidar su gobierno, ya que, a pesar de todo, los Primeros Hombres eran mucho más numerosos que los ándalos y no podían expulsarlos sin más. El hecho de que muchos castillos sureños aún conserven un bosques de dioses con arcianos tallados en su interior, es gracias a que los primeros reyes ándalos cambiaron su afán de conquista por la integración, evitando conflictos de fe.

Incluso los hijos del hierro, los feroces guerreros navegantes que se sentían seguros en sus islas, cayeron ante la conquista de los ándalos. Y aunque tardaron mil años en dirigir su atención a  las Islas del Hierro, cuando lo hicieron, lo hicieron con renovadas fuerzas. Los ándalos arrasaron las islas, exterminando el linaje de Urron Manorroja, que había gobernado con hacha y espada durante mil años.

Haereg escribe que, en un comienzo, los nuevos reyes ándalos intentaron forzar a los hijos del hierro a adorar a los Siete. No lo aceptaron, pero los isleños dejaron que su Fe coexistiera junto a la del Dios Ahogado. Los ándalos se casaron con las esposas e hijas de los hijos del hierro y tuvieron descendencia con ellas, al igual que hicieron en el continiente, pero, con la diferencia de que la Fe a los Siete nunca llegó a consolidarse en las islas; ni siquiera entre las familias de sangre ándala. Con el tiempo, en las Islas del Hierro solo quedó el Dios Ahogado, y apenas unas pocas casas recuerdan a los Siete.

El Norte fue el único territorio capaz de lograr contener a los ándalos, gracias a los impenetrables pantanos del Cuello y la antigua fortaleza de Foso Cailin. Incontables ejércitos ándalas fueron destruidos en el Cuello, y los Reyes del Invierno consiguieron preservar un gobierno independiente durante muchos siglos.
 

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